A crowd looks on as The Breathing Light perform at The People's Fest. Credit: Kelly Garcia

En una tarde nublada, hace un par de sábados, se podía escuchar las letras de una canción por Marshall Boulevard, en el  lado sur del Douglass Park. El sonido no procedía de ninguna de las bandas tocando en el Riot Fest dentro del parque, si no que venía de una pequeña multitud de personas reunidas bajo la sombra de los árboles para ver a la artista: una anciana que tocaba la guitarra delante de un letrero que decía NO RIOT FEST. 

🎶 No queremos tu Riot Fest, no

no queremos esa cerca alta y negra, no

queremos árboles y la alondra cantando

Devuélvenos nuestro Douglass Park 🎶  

Habían pasado algunos años desde que los organizadores realizaron el primer Festival del Pueblo, una celebración de un movimiento creciente para proteger a Douglass Park de la privatización. Un grupo de residentes instalaron carpas, colgaron estandartes y crearon un pequeño escenario. Saludaron a los espectadores con sonrisas amistosas y ofrecieron vegetales frescos, actividades para niños y música en vivo, de forma gratuita y abierta al público.  

El foco de su protesta tenía lugar simultáneamente a solo unas cuadras de distancia del Riot Fest. Los asistentes del concierto, recién salidos de la CTA, inundaron los campos destruidos de Douglass Park para otro año de Riot Fest. El festival privado de música, que requiere boletos e incluye bandas de punk, rock alternativo e hip-hop, ha causado daños al parque costando decenas de miles de dólares en años anteriores y, junto con otros festivales de verano, ha dejado a los residentes del vecindario sin un parque durante varias semanas.

Pero ese sábado, los residentes que pasaron el verano haciendo fila para hablar en las reuniones de la junta del distrito de parques, escribiendo cartas a los oficialías de la ciudad y recolectando firmas para peticiones estaban tranquilos, tal vez en paz, en compañía de los demás. Colocaron cobijas sobre las zonas verdes y se acomodaron para una larga tarde de su propio espectáculo de variedades. 

La siguiente canción fue una versión acústica de la canción “Hello Stranger” (“Hola extraño”) del año 1937 cantado por el “explorador de cintas” Magic Ian. El rapero Veg@ P tocó un set de su nuevo disco D@zed and Confused. Johnny Marshall hizo un poco de comedia stand-up. El trío punk queer negro, Bussy Kween Power Trip, ofreció un potente rendimiento. Lentamente, la cantidad de cabezas moviéndose al ritmo creció. 

Me encontré deslumbrada por un trío afro-punk de Alabama que se llama The Breathing Light (La Luz Respiratoria). 

Su sonido eléctrico envió olas sísmicas a través del aire. El baterista Dwayne Robinson tenía  puesta una camiseta con la bandera de Blue Lives Matter y debajo las palabras “Quema esta bandera”. Su presencia era apropiada para un escenario mucho más grande en un festival como el que ocupa Douglass Park. 

“Mucho tiene que ver con lo que significa ser una banda exitosa”, me dijo el líder Kyle Ozero. “Algunas personas piensan que te hace exitoso tocar en un festival como Riot Fest. . . pero eso no nos importa lo suficiente”.

La banda no tuvo miedo de las repercusiones por hablar en contra de uno de los festivales de música independientes más grandes del país. Expresarse así es parte de su marca. 

Señalando su camisa, Ozero contó una historia de cuando hizo enojar a algunas personas después de visitar Hollywood Forever, un cementerio icónico de las estrellas más grandes de Hollywood.

“Hice un letrero y me paré frente a la tumba de Johnny Ramone y lo llamé racista”, dijo Ozero, con mucho orgullo. Con Riot Fest, no es nada diferente para la banda. 

“Es decepcionante ver bandas inspiradas por el punk y la contracultura tocando en un festival como ese”, dijo Julie Aziza, otra integrante de la banda. “Incluso que se llame Riot Fest como si fuera algo radical. . .’Es el festival de la gentrificación en este momento”. 

En un banco, Jorge Ángel, un residente que vive al otro lado de la calle de Douglass Park por hace diez años, estaba sentado pensativamente.

“Esperamos obtener más firmas”, dijo en español, señalando la mesa frente a él con montones de peticiones. A partir de publicar este artículo, el grupo de residentes contra Riot Fest en Douglass Park, en el que Ángel participa, consiguieron cerca de 3,000 firmas en apoyo de remover los grandes festivales de música en Douglass Park. 

Pero Ángel estaba frustrado por un incidente que ocurrió ese mismo día cuando estaba parado afuera de su casa con dos niños a su cargo. Estacionado frente a su casa, dijo Ángel, había dos muchachas, supuestamente asistiendo al  Riot Fest, inhalando lo que parecía ser cocaína del capó de sus autos. 

“No tengo nada en contra de las personas que hacen eso”, dijo Angel. “Simplemente creo que deben respetar a los residentes que viven aquí”. 

Varias mesas con vendedores locales estaban repartidas por el zacate. Algunos vendían joyas hechas a mano, bufandas y velas. Un grupo de abolicionistas conocido como Chi Capys vendía camisetas para recaudar fondos a personas encarceladas. 

Un vendedor que pidió hablar de forma anónima dijo que solía ir a Riot Fest antes de que el festival fuera removido de Humboldt Park por residentes, pero dejaron de ir cuando cambió la composición de la audiencia. 

“Ahora son mayormente gringos, y son groseros e irrespetuosos”, dijo el vendedor. “No toman en cuenta a la gente del barrio además de la falta de organización por parte del festival”.

A medida  que el día se convertía en noche, la multitud  se fue calmando. Muchos permanecieron atentos, como si esperaran una señal. Otros se acostaban tranquilamente sobre el zacate, soñando con un futuro mejor. 

“Tienes esperanza?” Le pregunté a Jorge Ángel. 

“Sí”, dijo sin detenerse. “Estamos creciendo en número y confío en que este será el último año de Riot Fest”.